La calidad se paga

Cuando entramos en el mundo de la fotografía por primera vez, siempre observamos con admiración cualquier tipo de cámara que sea más grande que una compacta, observamos todo de un rápido vistazo y termianmos comentando con nuestro colega del al lado «llevaba una Canon xxx, con un objetivo xxx-xxx… »

Al poco tiempo el gusanillo de la fotografía ya se ha apoderado de nosotros, rompemos la hucha y hacemos el exceso de gastarnos una media de 600 euros en nuestra primera reflex. En ese momento en nuestras manos notamos el peso, el tamaño, la calidad y todo nos parece insuperable, ya tenemos nuestro pedazo de cámara.

Pasa el tiempo, conocemos a más fotógrafos, probamos nuevos modelos, nos fijamos más en los escaparates y empezamos a apreciar la diferencia entre una cámara reflex de iniciación y un modelo de gama media. Nos damos cuenta que el tacto es mejor, parece más robusta y se obtienen mejores resultados con determinadas opciones que con nuestra cámara sería impensable.

Después de un año damos el paso a la gama media, nuestra primera cámara parece de juguete al lado de esta, sentimos de nuevo que tenemos entre las manos una cámara que destaca sobre el resto, una máquina lista para arrasar en la fotografía. Olvidamos los primeros modelos de reflex de iniciación que tanto nos soprendían cuando usábamos una compacta y ahora sólo nos fijamos en modelos similares al nuestro. Nos cuesta diferenciar un modelo superior a nuestra cámara, aunque miramos con recelo los considerados modelos profesionales o de gama alta.

Llega un momento en el que volvemos a probar por casualidad una cámara reflex similar a la primera que tuvimos y pensamos «¿Cómo es posible que pudiera estar usando esto?», te acostumbras a lo bueno y la diferencia se nota.

Pero como siempre ocurre con la tecnología, los avances son rapidísimos y en menos tiempo aún, queremos algo más, sentimos que necesitamos un modelo profesional, necesitamos ISOs astronómicos, un gran tamaño, mucho peso, queremos tener un bazooka en nuestra manos. Y finalmente damos el paso a la gama alta.

La gama alta se diferencia en algunos aspectos importantes de la gama media, como es el rango dinámico (podemos variar la exposición en dos pasos sin perder detalle y manteniendo la fotografía intacta), el enfoque es más preciso, el sellado es mejor, un agarre más estable, unos menores niveles de ruido a ISOs mayores, sensor full frame, una mejor calidad de imagen… etc.

Ahora si que estamos listos para realizar cualquier tipo de foto que se nos pudo haber resistido hace años.

Y cuando nos encontramos en el mayor estado de felicidad y volvemos a pensar que tenemos lo mejor que se puede tener en el mundo de la fotografía digital, nos topamos con unas cámaras que le da una buena patada a nuestro preciado modelo, que es ya la gama… a ver como la llamamos ahora… tenemos la de iniciación o básica, media o semiprofesional, alta o profesional y ahora vendría la muy alta o muy profesional.

Esta nueva gama de la que en contadas ocasiones se ven y se dejan tocar, a no ser que conozcamos a algún fotoperiodista, un buen fotógrafo (no siempre) o un amigo con pasta. Se trata de una reflex en las que su principal distinción con respecto a la nuestra es que cuenta con empuñadura de serie, para poder disparar en vertical de una manera más cómoda, su tamaño suele ser enorme y poco más a simple vista, hasta que decidimos agarrarla. En ese momento nuestro corazón se acelera y nos da un vuelco. Volvemos al primer punto de todos, cuando usábamos una compacta y todo nos parecía oro.

Esta última gama que se encuentra en la cima de la pirámide que vigila al resto de reflex desde lo más alto, vuelve a mostrar una diferencia bastante elevada con respecto a su anterior nivel, es una comparación parecida a la que sientes cuando pasas de un modelo de gama básica a uno medio. Su robustez, tácto, todo tipo de detalles, botones, sistemas de apertura-cierre… etc. Esta gama vuelve a dar un puñetazo sobre la mesa y dejar las cosas claras «¡Aquí mando yo!».

Son modelos como la Nikon D3s, una Canon 1Ds MKIII… etc, que muy pocos privilegiados pueden hacer uso de ellas y que son la envidia de los que todavía creen que se han gastado mucha pasta en su equipo… pues no queda nada…

Aún después de todo lo que acabo de contar, y que parece que por fin ha terminado, nos encontramos con la gama de formato medio, un equipo en el que sólo el cuerpo puede costar más de 20.000 euros, si, lo que un coche de gama media.

Por ahora no he tenido la suerte o la desgracia (según se mire) de probar una cámara de formato medio con una buena óptica, mientras tanto seguiré pensando que tengo un buen equipo pero que podría ser mejor.

La cámara no hace al fotógrafo, ni el coche al piloto… pero ayuda (y sino que se lo pregunten a Pedro de la Rosa).

Written by Vicente Alfonso