
Cuando alguien nos va a hacer una foto, siempre solemos tener una pose preferida o dos como mucho, para salir «bien» en las fotos. Suele ser una pose automática, que sale espontáneamente sin casi haberlo pensado.
Para una vez está bien, pero cuando necesitamos realizar una sesión de fotos, no basta con saber poner una pose, que en muchos casos ni siquiera sirve para una foto.
El control del cuerpo hasta cierto punto puede ser controlado por el fotógrafo, puede colocar a la modelo en la posición deseada, dependiendo en buena parte de la disposición de esta, su soltura, relajación… etc. Pero hay una parte del cuerpo que no es tan fácil de corregir y en muchos casos es la perdición de algunos de mis trabajos. Estoy hablando de la expresión facial.
Me estoy preparando constantemente para realizar más y mejores sesiones de fotos, para conseguir poses y expresiones que puedan llamar la atención, intentar ofrecer algo diferente, pero las expresiones faciales me limitan y me bloquean. En la mayoría de los casos, se trabaja con personas que en la vida han posado y peor aún, si les apuntas con una cámara se bloquean, sienten vergüenza y su rigidez general ralentiza mucho el trabajo y la creatividad.
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