Me gustó tanto por el desenfoque, el fondo grisaceo anunciando lluvia, la poca niebla que se dejaba ver entre la hierba, el momento único en que sucede la acción y por el resultado en general.
Tuve la suerte de estar siguiendo la acción desde mi posición y me encontré con una escena de lo más entrañable.
La niña se llama Amara y tiene 3 años. En ese momento el padre le ofrecía una pequeña flor, y yo que ya había hecho alguna foto en esa situación, tenía la cámara lista para nada más ver lo que ocurría, disparar rápidamente y no perder detalle.
Hay momentos que no se pueden dejar escapar, y no sólo hay que estar pendiente, sino tener también un poco de fortuna. Cuando todo se junta, el resultado suele ser el deseado.