Puede ser una reflexión curiosa, porque la verdad es que generalmente es más fácil que un insecto estropee un retrato a que lo mejore, pero a veces tenemos la excepción que confirma la regla.
El otro día decidimos hacer un tour por Navatrasierra, y por lo tanto eché mi equipo de trabajo al coche y nos dirigimos a lo alto de la sierra. Allí nos encontramos con una tarde espectacular, soleada y con buena temperatura.
Al terminar el corto paseo (con la peque no se puede andar mucho) paramos junto a los coches, en un pequeño descampado donde entraban unos pequeños rayos de luz a través de los árboles. Allí volaban como si nada una gran cantidad de insectos pero que vistos a contraluz parecían gotas de agua que flotaban en el aire.
Llevé a Emma justo a esa zona, animándola a saltar y divertirse para capturar esa sencilla sonrisa y natural que les sale a los más peques cuando se lo están pasando bien. Y allí estaba yo, tirando cientos de fotos, contando chistes y riendo para conseguir esa fotografía buscada. Y ¿salió? Pues claro que si, esa y muchas más que compartiré con vosotros más adelante.
Por ahora, os dejo un pequeño adelanto de lo que os acabo de contar.
Emma hizo 3 añitos en Febrero pero la expresión y el encuadre la verdad que da sensación de ser un poquito más mayor.